Cuando las maravillas de los Carnavales,
conquistaron mi vida y clavaron bandera,
sentí el escalofrío de una calavera,
que arremangó mi alma con siete puñales,
y me tiró los huesos por la carretera.
Y hablándole a mi hermano de lo que sentía,
noté como su cara miraba a otro lado,
gritándome cuidado que yo no sabía,
de esta leyenda negra que a mí me contaron.
Los comparsistas se la dan de artistas
por salir en Carnaval,
las mujeres que tienen son malas
y el dinero es poco.
Los comparsistas se la dan de artistas
y no saben bien a dónde van,
se emborrachan, se tiran, se agachan
y se vuelven locos..
Los comparsistas se la dan de artistas..
Pero cuando mi comparsa, camino del Falla
se puso de parto, al pasar por el arco
de San Rafaél,
hasta mi hermano dejó de mirar porque vió
que para mí el Carnaval, era el punto y final,
era como la piel.
Y como un castigo, que es un premio a mi locura,
hice de mi vida un mar de música
y de caras con pintura.
Y la leyenda, por más negra que haya sido,
los tontos que se la inventan
es que nunca la han vivido.
Los tontos que se la inventan
es que nunca la han vivido..
Y aunque digan que yo voy dándomela de artista,
mañana en todo el barrio hablarán de mí,
y estarán todos de acuerdo en que los comparsistas
nos hacen sentir,
las emociones más grandes de los gaditanos,
porque cuando las cantamos, igual que un cañón,
nos sale el corazón solo por la garganta,
y la mitad del alma fundía en las manos.
conquistaron mi vida y clavaron bandera,
sentí el escalofrío de una calavera,
que arremangó mi alma con siete puñales,
y me tiró los huesos por la carretera.
Y hablándole a mi hermano de lo que sentía,
noté como su cara miraba a otro lado,
gritándome cuidado que yo no sabía,
de esta leyenda negra que a mí me contaron.
Los comparsistas se la dan de artistas
por salir en Carnaval,
las mujeres que tienen son malas
y el dinero es poco.
Los comparsistas se la dan de artistas
y no saben bien a dónde van,
se emborrachan, se tiran, se agachan
y se vuelven locos..
Los comparsistas se la dan de artistas..
Pero cuando mi comparsa, camino del Falla
se puso de parto, al pasar por el arco
de San Rafaél,
hasta mi hermano dejó de mirar porque vió
que para mí el Carnaval, era el punto y final,
era como la piel.
Y como un castigo, que es un premio a mi locura,
hice de mi vida un mar de música
y de caras con pintura.
Y la leyenda, por más negra que haya sido,
los tontos que se la inventan
es que nunca la han vivido.
Los tontos que se la inventan
es que nunca la han vivido..
Y aunque digan que yo voy dándomela de artista,
mañana en todo el barrio hablarán de mí,
y estarán todos de acuerdo en que los comparsistas
nos hacen sentir,
las emociones más grandes de los gaditanos,
porque cuando las cantamos, igual que un cañón,
nos sale el corazón solo por la garganta,
y la mitad del alma fundía en las manos.
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